Tu quieres quemarme,
y yo
y yo
quiero arder,
buscando el silencio
o el rugido más feroz,
nos quedan unos años
de trabajos sucios,
para terminar
de hacer la limpieza
o acabar
con una mano menos,
en sacrificio a la santa madre,
que se ríe desde su trono
de flores desteñidas.
La pintura de guerra,
la ofrenda,
es tu salvia
sobre mi
volcándose
he de admitir
ansío tu muerte
entre mis manos.
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