clavada
gustosa de que atraviesen mi blanco
y sangren
para intoxicarme de aliento
entre las sabanas que se esconden del mundo.
El tiempo no existe
ni el frio, ni los desiertos
solo lluvia
húmeda en tu regazo ,que desliza
el don de la palabra y sus matices
evaporando hasta la más negra de las sombras
que te he trazado a carboncillo.

Entre tu espalda
dos serpientes que batallan
por tener tu piel completa
como una presa para veneno
que después beber
entre las piernas
entre las tuyas
certera
de que en alguna parte
todos los sentidos aflorados
duermen.
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